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martes, 3 de septiembre de 2013

Supervisión y autorregulación en microfinanzas: una cuestión de código


(Mundo Microfinanzas) Lineamientos para un marco adecuado de supervisión de microfinanzas, así como una descripción de posibles mecanismos de autorregulación de instituciones financieras, incluyó la consultora internacional ecuatoriana, Ruth Arregui Solano, durante su intervención en el IV Foro Nacional de Microfinanzas, realizado en Montevideo por el Programa de Microfinanzas para el Desarrollo Productivo del Uruguay.

Ruth Arregui Solano
(foto: AFI)
La autorregulación constituye uno de los desafíos que el sector microfinanciero latinoamericano puede desarrollar a modo de complemento e incluso fortalecimiento de los marcos de supervisión. Compartir herramientas para promover la disciplina financiera entre pares mejora la reputación del conjunto, señaló la panelista.

Arregui disertó en calidad de consultora internacional, pero tiene a sus espaldas un largo camino andado desde posiciones políticas, como ex titular de la superintendencia financiera ecuatoriana (SBS) y como ex gerente general del Banco Central del Ecuador (BCE).

“En los últimos años se han experimentado importantes avances en materia de inclusión financiera en América Latina y el Caribe. Pero existen todavía importantes rezagos y brechas por disminuir, tanto en relación a la escasa profundidad como a los bajos niveles de acceso a los sistemas financieros de la región”, dijo Arregui.

En la caracterización de un marco para la supervisión en microfinanzas, ella distinguió tres elementos: procesos y procedimientos (el supervisor debe contar con procesos estructurados y adecuadamente documentados con manuales y procedimientos in situ y extra-situ, además de una metodología para la elaboración de mapas o matrices de riesgo y/o un sistema de calificación o rating); una estructura organizacional adecuada y finalmente herramientas adecuadas (entre estas últimas se incluyen soportes informáticos que faciliten todas las etapas del proceso de supervisión, desde la recepción de información periódica hasta el análisis de datos y determinación de muestras, pasando por la gestión automatizada de la inspección in situ al estilo Team Mate y el seguimiento extra situ).

Respecto a la autorregulación, distinguió también tres posibles variantes, que pueden prevalecer más o menos: una de menor coerción, donde las instituciones o asociaciones del sector se dan voluntariamente un marco; una de mayor coerción, donde el organismo de control financiero establece los estándares y evalúa la pertinencia de sanciones por incumplimiento; y una situación intermedia que Arregui llamó “motivada”, donde la autorregulación surge a instancias de inversores o donantes, que inducen a las instituciones receptoras de su financiamiento a sujetarse a determinadas pautas de buen comportamiento.

En relación con el componente coercitivo, la consultora ecuatoriana diferenció posibles alcances y sistematizaciones de los códigos autorregulatorios: unos avanzados que incluyen monitoreo y sanciones; códigos pero no práctica sistemática de monitoreo ni sanciones; directrices de la superintendencia que las instituciones pueden adoptar; y códigos adaptados individualmente por cada entidad (no estándares para la industria).

Entre otras recomendaciones, Arregui sugirió la implementación de códigos por líneas de producto, ya que son más adaptables frente a un código único. Señaló que los códigos más sofisticados, con monitoreo y sanciones, deben conectarse adecuadamente a los esquemas de supervisión y sanciones de los entes reguladores; y dijo que una combinación entre mecanismos de autorregulación y políticas de educación financiera permite reducir el coste de la regulación y atenuar posibles conflictos entre los objetivos de protección del consumidor y la inclusión financiera.

La experiencia en Ecuador

Durante su intervención en el foro uruguayo, Arregui repasó la experiencia regulatoria del Ecuador en los últimos años y la adopción de la inclusión financiera como política pública.

Dijo que el proceso de inclusión financiera en su país puede periodizarse a partir de los años ’80, cuando las cooperativas ingresan bajo la supervisión de la SBS, con un hito fundamental en la reforma constitucional de 2008, que discierne dentro del paisaje financiero nacional tres sectores: público, privado y popular-solidario. Además destacó algunas innovaciones regulatorias de los últimos años como la creación de redes transaccionales que integran a las cooperativas y el sistema red de redes en la que se asienta el pago móvil para ampliar capilaridad y fomentar la inclusión financiera.

Arregui propuso además potenciales líneas de acción desde lo macro (uso de garantías no tradicionales, cuentas para depósitos de bajo monto y menos requisitos, definición del rol de las redes de pago y operadores de telefonía celular, normas de gobierno corporativo), meso (fortalecer y regular burós de crédito, normas de transparencia de información, programas de educación financiera) y micro (fondos concursables de incentivo para ampliar capilaridad financiera, fondos de crédito de segundo piso, apoyo a IMFs en el desarrollo de productos de microahorro).

El foro en Montevideo, realizado el 6 de junio pasado, tuvo cinco paneles: Articulación de políticas públicas para el desarrollo productivo; Marco normativo para la inclusión financiera sostenible; Gestión de la articulación productiva a nivel territorial; Cadenas de valor inclusivas para la competitividad territorial y Formación para el desarrollo productivo y la cohesión socioeconómica. El programa de microfinanzas uruguayo ofrece los documentos con las intervenciones de cada panelista para descargar.

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